Je ne suis pas Tom Ford

Je ne suis pas Tom Ford
HeveticMission, no busquis la helvètica, no hi és.

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23.1.11

Heliogàbal




Los ocres como la madera que se quema lentamente; dan color mientras que se diluyen en el espacio que habían formado. Gentes que forman una algarabía de movimientos, primero hacia aquí y luego hacia allá, y cuando la primera nota, el silencio sepulcral de la admiración. Puedes estar en cualquier lugar del espacio que los sonidos de esos instrumentos tocados con talento hacen que por fin la categoría de espacio, de cubículo o cajón pase a carecer de sentido dentro de un espacio mayor, el de la complicidad.
Y comienza la lección de vida, demasiada belleza, he de reducir los estímulos para apreciar y por tanto, cierro los ojos, ya todo es oscuro, pero comienzo a materializar en color esos golpes de sonoridad que van entretejiendo violetas, amarillos y azules.
La música me acuesta sobre mi mismo y recuesto la cabeza sobre la pared, empieza ese trance en el que me centro en esa batería tocada por Ramón Ángel Rey, y noto hasta la última de las vibraciones del metal. Poco a poco, los altos y los bajos llaman mi atención y como si pudiese viajar por las vías auditivas, me convierto en estímulo y viajo, creo que ese saxo a podido derrumbar mi duramadre y en verdad lo ha hecho, pero en otra dimensión, he incluso he deseado que se reconstruyese para ser destruida de nuevo.
Los ocres siguen allí, primero voces anglosajonas dilatan mis pupilas y más tarde ese Brasil, que es una idea sin experiencia, pero ello la hace más poderosa.
Gracias Roma, por tremendo emperador.


"El poeta pone en juego el instinto de conocimiento, el músico le deja descansar. ¿Pueden realmente coexistir el uno al lado del otro? Cuando nos abandonamos a la música no hay ninguna palabra en nuestra cabeza, lo cual es un gran alivio." Nietzsche 

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